Suéltalo. Deja de contenerlo, libéralo. Dale vida. Deja que salga corriendo y se cuele por los más recónditos rincones. Vuélvelo atemporal, efímero, y profundo. Deja que limpie tus ojos y seque tus lágrimas, que borre el pesar, la nostalgia, y el miedo. Que vea lo que nunca vio nadie, que entienda lo que jamás comprenderías, y te muestre lo que no sabes. Deja que te enseñe a discernir lo iluso de la ilusión, la realidad de la ensoñación, el querer del amor.