Una gota de lluvia en la mejilla, una bocanada de viento en la nuca, gélida, extrañamente apacible.
Un camino incaminable, Un camino atemporal. El camino de una vida o de una parte perenne de ella. El camino donde te encontré y te perdí, donde te soñé y te dejé escapar entre mis dedos, como el aire que se escapa de tu boca cuando ríes, como se escapa la felicidad cuando nos dejamos llevar por nuestras pasiones.
Y te perdí, como se pierden las cosas buenas de la vida. Sin darnos cuenta, sin querérnosla dar.
Quién sabe cómo y dónde. Te perdí y volví a buscarte, entre la lluvia y el barro, entre la sangre y el sudor... y me encontré sin encontrarte, con el amor y la impotencia de quien pierde lo que más quería; entre la desesperación y el temor de haber perdido demasiado.
Un domingo cualquiera del mes de septiembre una parte de mí dejó de ser yo. Menos mal que estabas tú.